soyunalicenciadaenartecontemporáneoynoséquévaaserdemí
SOYUNALICENCIADAENARTECONTEMPORÁNEOYNOSÉQUÉVAASERDEMÍ
soy una licenciada en arte contemporáneo y no sé que va a ser de mí
SOY UNA LICENCIADA EN ARTE CONTEMPORÁNEO Y NO SÉ QUE VA A SER DE MÍ
s o y u n a l i c e n c i a d a e n a r t e c o n t e m p o r á n e o y n o s é q u é v a a s e r d e m í
S O Y U N A L I C E N C I A D A E N A R T E C O N T E M P O R Á N E O Y N O S É Q U É V A A S E R D E M Í
soy una licenciada en arte contemporáneo y no sé qué va a ser de mí
SOY UNA LICENCIADA EN ARTE CONTEMPORÁNEO Y NO SÉ QUÉ VA A SER DE MÍ
Hace cinco años, recién salidita de la prepa, una Ana ingenua y llena de sueños y esperanzas se pasaba sus días de verano viendo los bellos campus de las universidades de bellas artes y se imaginaba caminando por sus pasillos y jardines con un caballete, un lienzo y una caja de óleos, lista para retratar los juegos de luz en las hojas de los árboles, o los demás alumnos descansando en mantas dispuestas sobre un césped harto verde. Pasaba las horas leyendo los semestre interminables de pintura uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, y siete, y las clases de salón fotográfico y anatomía humana. La verdad, no sé qué pensaba. Creo que me veía a mí misma estudiando arte en el 1900. A finales de esos dos meses de búsqueda, por total coincidencia, un amigo de mi mamá le comentó sobre una carrera de arte contemporáneo que iba a ser inaugurada ese mismo semestre de otoño. Sin saber bien en lo que me estaba metiendo - y más atraída por la idea de dejar mi pueblo a cambio de una gran ciudad, que por la licenciatura en sí -, empaqué mis dos maletas y nos fuimos a Puebla.

Esa niña de dieciocho años, que no tenía ni idea de lo que realmente abarcaba el arte contemporáneo, pronto aprendería que, si bien no se arrepentía de su decisión, sí se estaba adentrando face first a un camino bastante sinuoso y - a veces - oscuro. Porque por más que en la carrera te traten de enseñar todo lo posible en tus materias, nada te prepara para lo más cabrón, que es el por fin terminar la universidad. Y ni se diga terminar la universidad siendo una licenciada en arte contemporáneo que se enfrenta a un mundo asediado por una de las crisis más culeras que se han vivido en los últimos cincuenta años - al menos.

Claro, a los largo de los cinco años de escuela de arte, he vivido una gran cantidad de momentos de crisis en los que me pregunto qué va a ser de mí, siendo la primera generación de una carrera que parece aún no definirse bien a ella misma. Fuimos como el primer hijo, el primer hotcake, que sabe rico pero que está un poco quemado y deforme. Pero bueno, ya más afuera que adentro, no hay mucho que pueda hacer, no hay porqué llorar por la leche - y las ganas de ser una mujer independiente - derramada.
Ana María Peralta
Después de tres meses - que se han sentido más como tres años - de estar en un estado constante de encierro e incertidumbre, quienes nos mantuvieron a lo largo de la carrera han hecho la misma pregunta aproximadamente unas cien veces “bueno, hijx ¿y ahora qué sigue? ¿cómo te vas a sustentar?”. Ay, ma, si supiera te lo diría. Mi madre, una mujer orgullosamente divorciada, parecía ya por fin poder disfrutar de su segunda luna de miel - ahora con ella misma - pero, gracias a eventos fuera de su control, tiene a sus dos hijas de vuelta en casa. Una licenciada en arte y otra a punto de iniciar la carrera. Como hija de la modernidad y de la clase media-alta - y de un padre migrante que comenzó la vida vendiendo chicles en la calle con una primaria trunca y que acabó siendo dueño de sus propias empresas y teniendo mucho dinero -, es una ferviente creyente de la meritocracia y del sueño de “vender tus productos al mayor precio posible”. Y la verdad, cuando ella lo cuenta, me dan ganas de creerle, de dejarme llevar por la ilusión capitalista, que parece ser el camino más rápido y fácil - si bien no a la realización personal - a la comodidad económica.

La historia favorita de mi mamá estos días es la de su amiga de Mérida que hace pinturas abstractas y las vende en tresmil dólares; o la de nuestro vecino pintor que hace retratos de colores vibrantes que tienen un valor aproximado de diez mil dólares. Yo no soy nadie para decirle a las personas cuál es la mejor manera de vivir sus vidas y de producir, pero sé que los procesos de esas dos personas son muy lejanos a los míos, y responden a nichos que no son con los que yo quisiera trabajar. A mi parecer, prácticas como esas son las que alimentan al monstruo capitalista que domina el mercado del arte. Un monstruo que se alimenta de un ciclo en el que elige a unos veinte artistas a quienes les da becas que luego se traducen a piezas diseñadas para un consumo rápido y enfocado, que luego acaban en las mismas diez galerías con exposiciones muchas veces predecibles, y que posteriormente son consumidas por ese reducido número de personas que se pueden permitir los altos precios. Cualquier ejercicio que caiga fuera de estos parámetros es denominado “alternativo”. Hay una gran afinidad - muy guiada por actitudes condescendientes - por los espacios “pequeños” que nunca salen de la categoría de emergentes y que obtienen su encanto de su cualidad de precarios. Y es que dentro del marco capitalista, es muy difícil que las prácticas no suscritas al Mercado del Arte no acaben siendo precarias.

Entonces, como licenciada en arte contemporáneo ¿cómo me inserto yo en estas dinámicas? O más bien, ¿cómo no me inserto en estas dinámicas y vivo para contarlo? Sin querer sonar muy ñoña, mientras más vueltas le doy al asunto, parece ser que hay un potencial muy grande en el pensar en las prácticas artísticas como una red de nudos que como en algo que se realiza al margen de la comunidad por un genio incomprendido. Esos nudos son los puntos de contacto y empalme entre los diferentes agentes y aquello que queda en medio de este entramado son los amplios bancos de información y ejercicios artísticos que desbordan a múltiples quehaceres. En vez de intentar plantear nuestro trabajo como único o como el famoso hilo negro - que no es realista ya que no hay discurso que nazca de la nada sin haber sido alimentado de aquello que sucedió antes y a su alrededor -, se puede ver como una de las vertientes de un proceso investigativo común, que es atravesado por diálogos desarrollados por otras personas.

Y bueno, regresamos a la pregunta de ¿cómo volvemos esto algo monetizable? La verdad es que yo aún no tengo una respuesta muy clara. Es poco realista de mi parte esperar que por escribir una crítica al Monstruo Capitalista, resuelva todo el problema de la precariedad. Pero les aseguro que en el momento en el que entienda la situación mejor y tenga una mejor idea de como abordarla, les paso el dato.

De momento, sólo le quiero desear suerte a quienes decidieron adentrarse al mundo con un título de licenciados en arte - especialmente a quienes fuimos un paso más allá y lo hicimos con uno en arte contemporáneo.

Gracias por leer mi vómito verbal.
ANATOMÍA DE UN ARTISTA EMERGENTE SEGÚN EL MERCADO DEL ARTE
Ropa fancy pero que parece de artista precario o que imita una estético marginal
al menos unas tres o cuatro expos (en lugares reconocidos, nada de eso de la cocina de mi compa) previas
piezas de precio accesible (30 mil pesos)
piezas innovadoras pero que sigan siendo consumibles
N E Ó N todo el neón
B Y E
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